Trimestre nuevo y como siempre, experiencias y experimentos
nuevos.
Esta vez nuestro profesor de filosofía nos ha propuesto
estar un día de silencio, sin poder usar el teléfono móvil, la televisión,
tener acceso internet, ni ninguna otra cosa que pudiera comunicarnos con el mundo.
El plan era estar básicamente veinticuatro horas del día totalmente aislados.
Pero como habitualmente ocurre no todo sale como lo habíamos pensado, sin
darnos cuentas (o conscientemente) aparecen minucias, detalles que cambian el por
qué inicial de esta experiencia, pero que aun así no pierde la esencia, si no
que la agranda. Personalmente creo que los fallos incrementan nuestra experiencia
de una manera más eficaz que los aciertos.
Pues bien, voy a contar ordenadamente (o al menos voy a
intentarlo) las emociones, sensaciones y pensamientos que se me fueron pasando
y\o inundando a lo largo de mi día de silencio.
Me toco ser la primera de entre las dos clases, cuando mi
querido profesor (ese querido va sin tono irónico) me anuncio la noticia me inundo una presión y
una responsabilidad tremenda, no podría explicar exactamente por qué pero creo
que la idea de ser la primera en cualquier ámbito, me desconcierta, me asusta.
Además era consciente de que al ser la primera en callar implicaba a su vez que
todos mis compañeros, profesores, todo mi entorno fueran los primeros en tener
a alguien a su alrededor con el que podría comunicarse pero este no iría a
responderle. Puede que fuera el miedo a lo desconocido, desconocer la reacción
de los profesores, de tus amigos, de tu familia…Siendo la primera no podría
comentar con los anteriores “conejillos de indias “su experiencia por tanto
partiría totalmente de cero.
Recuerdo que la noche anterior del día clave, mientras me
duchaba estaba intentando imaginar qué clase de sensaciones alcanzaría, la que más
prevalecía entre la larga lista de emociones era la angustia, el solo hecho de
pensar en la incomunicación, en ese aislamiento antes mencionado me hizo
escalofríos y habito por unos instantes un sentimiento de soledad muy profundo.
Tal vez fueron los vapores y el agua de la ducha que al estar tan caliente me
hicieron desvariar…)
Con tales pensamientos, fui a avisar a mi madre de que no se
extrañase si mañana no la saludar ni le hablara durante todo el día (cosa que fue olvidando)
Y con eso, apague mi teléfono móvil y me adentre en otras
realidades surrealistas por encima de mi almohada. Al despertar, ya mis sueños
me habían alertado para no olvidar que no podría hablar hasta el día siguiente,
ya que es una cosa tan habitual que sería normal olvidarse de no hacerlo. Casi
cometo mi primer fallo cuando mi hermana entro en mi habitación y dejo sobre mi
escritorio el peine, ya le iba a soltar algo así como “ Daniela, pon el peine
en su sitio, no me lo dejes ahí”, a pesar de ese impulso, pase a decirlo a mis
pensamientos en vez de a mi querida hermana.
Mi también querida madre estresada porque casi llegamos
tarde no paraba de mencionarme y de repetirme lo que yo ya sabía “Celia, tu hoy
no llegas a clase como no salgas ya” y
yo con mi silencio, no tan silencio para
mí, querría haberle dicho “Mama, ya voy no te exasperes”
Durante el trayecto de casa al instituto me embargaba una
especie de impotencia y un agobio por no poder responder a las continuas
preguntas que hacia mi madre, olvidando el hecho de que yo no podría
responderlas.
Una vez en clase, las primeras horas ya fui cometiendo
pequeños errores, porque en cuestión tendía que evadirme del mundo pero hacia
pequeños gestos y asentía o negaba con la cabeza con mis compañeros, estos
pequeños fallos se fueron alargando inevitablemente durante todo el resto del día.
No es nada fácil ignorar a alguien, aunque no puedas hablar debía mostrar una mínima
atención. Y esta tarea además se complica cuando te das cuenta de que eres un
poco el foco. Todo el mundo sabía de mi mutez, sentían curiosidad por ver como
lo estaba pasando, estaban las inevitables bromas para ponerme en un compromiso
para hacerme hablar. Al final y durante el día esto pasaba factura, muchos
compañeros con los que normalmente no suelo hablar me preguntaban y siempre era
lo mismo y al no poder responder terminaba cansando.

Al no poder hablar y al hablar con todos a la vez (solo en mi cabeza) se creó una especie de conexión
entre yo y el mundo, hubo momentos en los que sentía no estar donde estaba pero
que a la vez estaba más presente que nunca. Así dicho, suena bastante extraño y
estaréis pensando que el desvarío anterior de la ducha aun me persigue pero
creo que es así, animo a que experimentéis esta sensación, no es desagradable y
es curioso de sentir.
Todas estas sensaciones hacían que en mi cabeza habitara el
ruido y pensamientos muy desordenados, tremendamente desordenados, me llegue a
sentir confusa (esta sensación ya la conocía de antes así que creo que es
independiente del silencio)
Tengo que destacar que en una de las clases tuve que romper
el voto de silencio a petición de la profesora de francés, cosa que entendí
pero me fastidio tener que hablar, intente ser breve y contestar únicamente a
la profesora. Al romper aunque solo fueran unos instantes el silencio, hizo que
mi cabeza quisiera volver a poder hablar, pero al salir de la clase volví al
experimento y no modifico nada ni tuvo repercusión en mis sensaciones.
Estos pequeños fallos que creo que son inevitables porque
podemos eliminar nuestra voz pero aun así queda la presencia cosa que la gente
nota, y te hablan se expresan se comunican y tú por expresiones faciales y por minucias
de ese tipo ya estás haciendo trampas, ya estas comunicándote y por tanto
desaislándote ¨( si es que existe esa palabra)
Entre tanta emoción suelta, acabo la mañana y me monte en el
coche, mi madre y mis hermanas estaban hablando de algún tema que desconocía y
me molesto no poder intervenir y formar parte de la conversación (esto también
me ocurrió con charlas anteriores en el instituto con mis amigas)
La tarde se volvió algo más complicada porque mi madre y mis
hermanas (concretamente la pequeña) me hablaban esperando una respuesta y
hablaban entre si de mí como si yo no estuviera intentando analizar el porqué
de mi silencio aun sabiendo del porqué. Eso se me hizo angustiante, más bien desesperante.
Después de la comida y después de despertar de mi querida siesta mi casa se fue
quedando sola y me quede con mis queridos apuntes de historia (ese querido sí
que va con ironía) Es ahí cuando se estableció una lucha interna constante
entre estudiar o dar vueltas haciendo la croqueta. Y poco a poco entre
constituciones, presidentes y pequeñas pausas donde mi perra intervenía con
ladridos para que jugara con ella. Y varias vueltas modo croqueta, fue acabando
mi tarde…
Al llegar mi madre me pregunto “¿Todavía no puedes hablar?”
y casi me explota la cabeza…
Decidí hacer un poco de ejercicio para desconectar de mis
propios pensamientos, cosa que sirvió para dar
paso a un bucle de pensamientos que se desbordaron al llegar al momento de dormirme. Comencé a pensar y me pare a reflexionar un poco sobre todo lo que me rodea, sobre como estoy llevando las riendas de mi vida, estos pensamientos no me extrañaron demasiado pues no hace falta quedarte sin habla para darles la bienvenida, es más creo que todos deberíamos descansar la mente pero a la vez ejercitarla. Y tener un momento al día donde contemplas el cielo, te haces preguntas a ti mismo que ni tus propios pensamientos ni siquiera tu propia voz sería capaz de responderlas.
Para terminar la entrada he de decir que la experiencia no
ha creado en mí ninguna sensación nueva, a decir verdad podría decirse que no
he aprendido nada nuevo, y las emociones mencionadas ya las conocía. Creo que
esto se debe a que no me aislé del todo seguía manteniendo el contacto con el
mundo a pesar de no poder hablar. Además soy una persona que ya de por sí,
mantiene sus conversaciones mentales y para mí misma constantemente, por tanto
ya oigo mis pensamientos y estoy atenta a ellos, aunque casi nunca son de mi
agrado... Para dar más resultado a la experiencia, yo creo que debería ampliar
el número de días sin hablar o ignorar totalmente a la gente o incluso me pondría tapones en los oídos para
no poder oír nada del exterior.
Hola Celia, he leído tu experiencia acerca el día en silencio. En mi lugar creo que sería imposible, porque soy una persona que no puede estar media hora callada y más cuando la gente me preguntan constantemente, pero por otro lado lo pienso y creo que podría aguantar por el hecho de poder pensar aunque no pueda decirlo, porque yo también soy una persona que piensa mucho y estoy acostumbrada a ciertas sensaciones, que también me imagino cómo sería y pienso que no sería nada nuevo.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho tu entrada, Celia. Yo también participe en esta experiencia y creo que fue genial aunque llegados a un punto las ganas de comunicarte y hablar se hacen hasta necesarias.
ResponderEliminarA mi me gustó la experiencia y como veo a ti también aunque no te haya aportada nada nuevo.
Tanto a ti como a mi se nos complicó el día mientras iba avanzando, pero finalmente lo conseguimos.
Yo estaría dispuesta a hacer de nuevo una experiencia así, ¿y tu?